domingo, 9 de agosto de 2009

La poesía ha muerto "Esteban Granado"

Dicen que ha muerto el arte de caminar el mundo de puntillas
sin sublevar la permanente melancolía del tiempo,
su despótica tristeza.

Dicen que ha muerto el arte de romperse, el arte de caer y revolcarse,
el don curioso, el presagio honorable, la diestra de dios padre
o el color de la tierra del olimpo:

que ha muerto alanceada y torturada
tiroteada en un motel de carretera
apuñalada por el joven bruto
envenenada con tacón de aguja
que ha muerto ahorcada en su corbata sedicente
sublimando su célebre fatiga

(y hasta Nas dice que el hip-hop ha muerto, con una rosa negra entre las manos).

La poesía ha muerto.

Dicen que sonreía recitando el poema y chocaba las copas con el rictus encima,
vestida de domingo, con el justo perfume, el maquillaje justo
y las justas alhajas titilando su pátina de abril,
que rimaba cursiva y flagelada, al margen de las páginas,
y se dejaba llevar por la fortuna oscureciendo su gloriosa cabellera

(y luego, en un suspiro,
que el hedor a eternidad se extendía por los desabrigados horizontes
colapsando bandadas de garzas invernales,
y que la sangre, en su contorno inabarcable,
era un líquido huérfano y era el reflejo azul de un río bravo).

La poesía ha muerto, pero está dormida,
es libre de rodar o de pedir asilo,
libre de sacrificar el copioso rebaño de Calíope
o de enmendar la plana al propio firmamento

(y algunos dicen que su tumba es frágil como una plataforma de rocío,
como una formación de hojas de hierba).

jueves, 23 de julio de 2009

Innumerable "Batania"

No me apreses,
que son pocos los días.
Que digan que fui innumerable
y nunca secas
las hojas caducas de mi vida.

miércoles, 15 de julio de 2009

Deconstrucción del amor (Dolors Alberola)

Me arañas la memoria y crecen ásperos
naranjos que se extienden más allá de la piel,
colmenas que me obcecan, sus avispas
llenan de miel mis ojos y con cera
edifican mi forma entre lo oscuro.
Sangra mi carne ahora,
dibujando tus sílabas candentes.
Yo camino por ellas,
me voy aproximando al lugar que no ocupas,
rielo entre los besos que jamás fueron dichos,
me acomodo en tu vientre
y sorbo con fruición de tu silencio.
Me arañas los pezones
y el pubis, que no es sino un infierno
de plenitud deseando
asimilarse a ti.
Muerdes mi corazón; como un estigma
yo recuerdo tus manos, me desgarran
allá donde se asienta tu perfume.

viernes, 26 de junio de 2009

A los que nunca duermen (Carmen Iglesia)

Te has dormido tan pronto,
tan desnudo de cieno
que eres barro nocturno, manos sin moldear.
Un ojo que transita por los charcos
buscando peces vivos en su fondo.
Mientras duermes, la prisa se hace espesa,
morada de cemento, espejismo de sal;
la urgencia se detiene en tus pupilas.
Le has regalado al atlas una sombra de luz,
un pozo de pereza que vuelve lento al mundo.
Buscas lo que te asombra y lo secuestras:
en tu cama se duermen los países,
los faros, los tranvías,
controlas las mareas desde el sueño.
Mientras otros se ocultan bajo un párpado,
en ti se hace verdad la inmensa noche.

viernes, 12 de junio de 2009

Óparis y Cálipse (zagales eternos) "Antonio Justel"

... en el monte
- a solas -
se amaron y juraron en diciembre;

… por diciembre se acortan las majadas, las palomas,
el canto del cielo, la luz,
y sólo el sol de las nieves pastorea en las cumbres
y allí queda, encendido;

… se murió Cálipse en invierno;
el veintitrés de enero se abismaron el fuego y las tormentas
y el frío embistió a las jaurías y al ojo del jaguar y al toro negro;
[un frío así de insoportable no tiene incertidumbres]

… subió Óparis al monte trepando por él, sin él,
por la oscuridad pura,
por el vientre salvaje de una piedra infinita;

… Cálipse estaba al lado de la puerta, caída;
como una mariposa helada la tomó y, sin prisa, mirándola,
la posó suavemente en el suelo de la choza;
después bajó los ojos y allí estuvo,
de pie toda la vida.

sábado, 6 de junio de 2009

Los sueños son sólo símbolos que encarnan las quimeras (Alonso de Molina)

Cómo alumbrar la oscuridad de un pecho
que ni dios ilumina.
Se podrían, tal vez, esconder los excesos,
la amargura feroz que nos hará sentir
la carne entre las algas, el amargor perdido,
durmiendo sus excesos con los ojos desnudos.

Podríamos prevernos sorteando la ruta que nos conduce al bosque,
nutrirnos de un sonido de esperanza
que a voz tranquila tararea sus ecos.
El mundo es un reflejo de lo que somos,
nada es tan verdadero ni tan dispar,
la cultura se engrandece en diferencias;
el cambio facilita el avance del hombre.
Los arraigos de fe, los crímenes,
la ambición de poder, la lujuria y el odio
nos atan a lo arcano y sibilino
(Si. Tal vez las ortigas huyeron de aquel mes de octubre en que todas las cartas fueron perdidas por azar. No puedo simplemente decir: -Señor, no tengo nada; tan sólo los distintos rostros que cada día parpadean en mí. -Nada, Señor, no tengo nada. -Duermo sin ti, Señor, como un animal que no encuentra hogar.)

Tal vez la indiferencia pudiera herir rompiendo las razones.
No siendo nadie.
De no pertenecer a nada
y ser solo un extraño en el propio vacío.

A fin de cuentas,
todo es sagrado entre los lienzos:
Pintar una mejilla brotada entre naranjas
o escribir un poema para ungir de prudencia
los subrayados signos;

a veces llueve
y los sueños son sólo símbolos
que encarnan las quimeras.

martes, 19 de mayo de 2009

Mercurio cromo(el color del infinito) "Blanca Sandino"

I
Como unaherida mal cicatrizada vives en mí.
Como una herida mal cicatrizada.
Como una herida.
MercuroCromo(el color delinfinito)



II
Me preguntaste cuál era el problema
y me detuve. ¿Cómo podía explicar que había doblado
el paisaje como una hoja de papel,
y que desteñido por la lluvia
se había convertido en un borrón
lleno de mariposas muertas? Te sentirías culpable.


III
Tu ausencia curva mis brazos
como el silencioso azul de Marzo
como mis criaturas del rocío
como mis pasos en la niebla
como mis pasos niños
como tus pasos cuando te alejas.


IV
En alguna parte de ese círculo que soy
y recorre mi sangre (a veces con desgana)
se ocultan presagios oscuros como el carbón de hulla.
Trémolos, y cuando me pronuncias
-trémolo-
carbón al rojo vivo.


V
Cierro los ojos al roce (tierno desamparo)
de tu recuerdo en mi alma. Él apaga, estoy segura,
los ecos de tu voz cuando me duermo.
Gris, pienso, gris. Juan Gris, para inmortalizar
este momento, y siento mi alma volviéndose pincel.
Pincel enseñado por tus manos
para pintar infinitos azulmente infinitos.
Mis Infinitos,
mis azulmente infinitos.



VI
¿Sabes?, en algún lugar entre el cielo y la tierra
nuestras almas continúan conversaciones interrumpidas.
¿Qué es la distancia
sino una palabra?



VII
Las aceras, bajo las casas, se sueñan paseadas:
suéñate alma mía, suéñate.


VIII
Lo sé, me lo has dicho con frecuencia: no cambio.
Dices que nunca dejaré de ser una niña
agarrada a sus juegues, a sus nimiedades.
Por eso sigo guardando en mis bolsillos
objetos sin valor: arena, cristales de colores, conchas,
palabras cuyos significados desconozco,
y también un «tequiero» para cuando se te pase el enfado;
no puedo darte la razón en todo:
no es una nimiedad, te lo aseguro, sentirse viva.
Sentirse viva entre tus brazos.



IX
Cuando los párpados caen sobre los ojos
descorren aquel tiempo en que nada era
y el hombre, como un dios,
re-crea la luz en medio de su sueño.
Se hace la luz.
Algo me dice que debería cambiar las dudas porcertezas.




X
La venda se me antoja paisaje nevado.
Sobre él hay una lucha encarnizada.
Finalmente el sol lo tiñe de rojo.
No, no es mágica mi sangre. ¿O sí?



XI
Apartade mí, me digo, me recuerdas a Judas:
siempre mojando tu pan en mi plato
para después traicionarme cuando escribo.
Intuición.


XII
Darme la vuelta a mi mundo
por recalar en aquellos mis puertos preferidos.
De la noche, a la marea baja,
al alba de mí en ti,
sólo un paso: atracar. «Atracar de puntas y con muerto».



XIII
La imagen se difumina
deja de ser exactamente tú.
Entonces me arropo con mi única certeza:
tu voz sobre las otras.
Cenit.


XIV
¿No existe inubicado? Pues así es como me siento
vestida con mi desganada piel
de hacer lo acostumbrado.



XV
Ya sé porqué escribo.
Si no existieses,
te crearía, y tú serías mi protagonista principal.


XVI
Sobre un mundo en cenizas, amor,
me enseñaron tus ojos a
elevarme hasta el conjuro del ser y la palabra.
MercuroCromo (el color del infinito).


Blanca Sandino

domingo, 10 de mayo de 2009

Espera (Aubriel Camila de la Prad)

La lámpara sabe
de noches
con cielos como zanjas

sabe
del desmoronamiento abrupto
de los sueños
de la caída libre
de los naipes sin castillo
de las palabras
que despojan mañanas.

Adentro no hay colores
que te auguren.

A veces ...
tu nombre de arcángel
relampaguea una ilusión de barco,
sólo a veces
(y a veces es muy poco)
los rieles de los sueños
admiten un tren que nunca parte
y una estación que se sacude adioses.

La lámpara sabe
de noches como pozos

aluza ojos y esferas temporales

alucinaciones ciegas:

los trazos de tu sombra
mi contorno

tu manera tibia
de vulnerar mis puertas.

domingo, 3 de mayo de 2009

Sobre la capacidad del verbo( Dolors Alberola)

I



Por ver si el mar cupiera
y cupiera el olvido y la costumbre
y el dolor y la sed y el desengaño
dentro de una palabra y la palabra
contuviera tu nombre. Sólo así
se hace verdad la música y el mundo
no deja de ser sueño. Ahora mismo
he empujado con fuerza cada cosa,
he doblado las calles y ventanas,
he disuelto las guerras tal si fueran
sustancias prohibidas en fronteras
y he borrado la sombra. Solamente
me quedaron los versos que te entrego
y algo de corazón iluminándolos.



II

Aún así, el rezo, la canción o ese grito
que taladra el azul y la medina se alza.
Todo cabe en la voz
y cabe el pensamiento, la mirada rotunda,
el velo que se aísla y nos asila
en unos ojos grama que ya no son posibles.
Y nos caben las manos y el profético
desmentir la tristeza y aún entonces,
desnudos, ante el verso, nos cabe todo amor
y palpamos la sed y de la herrumbre
hacemos colofón y, al fin, corona.



III

Pero se abren en par las cien vocales
que se han ido formando en el silencio
para decir lo cierto que se grita
más allá de los labios y las uñas.
Y se abren de bies las consonantes
y nace de su faz algarabía
y yo me acerco a ti, te voy rozando
e inscrita ya en tu nombre me abro ya
como se abre la luna al universo.



IV

Hay caballos que trotan en la estepa
del silencio que existe entre palabras
y hay leones y tigres y serpientes
que devoran mi mano y dejan secos
mis dedos por que nunca
puedan besar tus labios mis sonidos.
Y existe el animal, que en plena noche,
nos araña los cuerpos, del deseo.



V

Mas por si el mar cupiese,
por si la muerte abierta no tuviera más alas,
por si la luz ya fuera palabra, fuego, incendio,
por si pudiera ser, por si las cosas,
por si el tiempo o las olas, por si el aire,
por si tú mismo, a veces, por si ahora,
por si la llaga no, por si no el negro
corazón que se cierra….

Sólo todo, metiéndolo en la voz,
por si no hubiera
ni Dios ni soledad ni cielo, infierno,
haber vivido todo en un poema.

martes, 21 de abril de 2009

Obama (Esteban Granado)

No votarán en blanco los poetas cabizbajos del Bronx,
por una vez, no votarán en blanco, como han votado siempre,
también cuando dejaba de importarles el nombre de la bestia
y evitaban las urnas transparentes, y los espejos líquidos
de las televisiones, y los diarios demócratas, y el cine,
devotos de una forma de justicia poética distante
del afamado trébol que establece la suerte de los débiles.

Ha sido derrotado en la batalla, pero vive en las calles.
Jim Craw sigue campando por su infamia en las calles desiertas
de los pulcros suburbios que rodean el centro de las urbes,
en una mano el látigo candente, una Biblia en la otra,
arcángel mercurial que se dijera tronchando el Paraíso,
levitando en el aire envenenado, en la nube de smog
que retuerce el gaznate de las sombras caídas en desgracia.

Al sur del Polo Norte, el sur en guerra, de Boston a Miami.
De Vietnam en Vietnam, atiborrándose de niños en peligro,
de ciudades y aldeas miserables ahogadas en la piedra,
El Hacha Cautelar -arma homicida de todos los imperios-,
luz que frecuenta hogares sin retorno, desesperada luz
que avanza entre amapolas verticales y panteones rubios
para morir de éxito en la noche completa de los hombres.

Ningún poeta pierde la memoria, ni dedica canciones
al genio americano, ninguno exalta la gesta innecesaria,
la sanción inhumana, la barbarie del Cuerpo de Marines.
Prefieren contemplar el heroísmo de los críos descalzos
que deambulan con sus cicatrices por entre los escombros,
sobrecogerse ante la flor marchita de los viejos mercados
o recitar con alma el verso muerto que exige la cordura.

Prefieren escuchar a Nasir Jones (‘...ten years in the game...’)
y escribir sobre el agua sus pequeños capítulos de gloria,
o componer baladas imprevistas, odas a la vergüenza,
poemas a bocados, dentelladas, tragaderas y fauces,
letras universales que revuelven la impura sopa Campbell
de los seres felices, con sus máquinas ebrias de poder
y sus atolondrados rascacielos que irritan a los dioses.

No votarán en blanco los poetas efímeros de Harlem
(¡ni el rabino de Brooklyn!), ni siquiera las muchachas neumáticas
que investigan la rima en los jardines agónicos de Queens.
Publicarán artículos de impacto en las sucias paredes
e irán a ver las últimas películas del cine independiente
con una gran sonrisa candorosa crujiendo entre los labios
y la satisfacción de ser un pueblo al mando de sus sueños.

lunes, 20 de abril de 2009

El mito de Bronwyn (Dolors Alberola)

Eran las eras grises mensajeras
eran las mensajeras de las eras,
eran las mensajeras de las horas,
eran ya sin mensajelas auroras.

J. E. Cirlot




¿No veis esa mujer que vuelve de las aguas,
que rebrota del mar y nada tiene
sino un verso de luz, posado en las dos manos?
¿Y no sabéis del mito de ella, purificada,
descompuesta en el fuego de la vida,
dando a beber al hombre de su boca,
navegando en el círculo, donde las aves son
pensamientos del otro que descansa?

Ya a nada tendrá miedo.
Ha regresado, muerta, del silencio,
ha venido a la vida de las algas,
envuelta de naufragios, oxidada,
con los corales rotos y la faz toda blanca
-lleva un verso en sus manos, no lo olvides-.

Descalza, va bajando las corrientes,
olvidando ese agua que la deshizo, vuelve
con la mirada fija en un bramante
territorio de amor. Retorna enarenada,
con su velamen yerto,
su cabellera espesa y sus jardines
rebrotados de cieno y violetas.

Con la cabeza erguida cruza por la ciudad,
que es ahora naufragio
del mar que la devuelve. Sabe que ella, la sola,
la muchacha palmípeda, la gris alada, siempre,
conquistará la luz de la mañana
para tornarla –azul- en noche amanecida
y amarrar en la quilla de ese buque
y elevar, contra él, su mascarón
de terrible madera que lo abrase,
lo detenga en el mar
de la corriente sorda de las cosas
y le haga brotar
un magma incandescente y el amor
vaya siempre a deriva de sus horas.

Ella, la tan sumisa al miedo,
se libera de él,
porque el amor la vuelca y la contiene,
porque el amor la incendia y ya no hay mar
donde apagar el fuego,
porque el amor le dona un nombre diferente
y ya no es Alfonsina,
sino María, viva –muerta, en otro, de amor-:
María Celeste.
María enaltecida entre la sombra,
María en esa casa
donde Pablo guardara sus mil llaves
-transformadas en una, que la abre-,
María de la furia ya entregada,
disminuida, rota,
desnuda ante los pies de ese marino
que dejara Cernuda en su silencio,
buscando, tal Leonor, la pluma del poeta,
irrumpiendo en la sal de la sorpresa,
no mirando hacia atrás, sino hacia él, sólo,
con esa ventolera
descabellada y loca del amor.
Girando, locamente, como brújula
y el tiempo ya hechizado en su quietud:
porque todo retorna, con él, a ser posible.

Todo renace así,
debajo de las aguas de las nubes.

viernes, 17 de abril de 2009

Nocturno (Carmen Iglesia)

Por las noches me mudo a tu garganta.
Abandono la tierra que sostiene mis pies
y busco la saliva que construye tu boca.

Y entonces me hago líquida.

O de arroz, como el hambre que se come a los niños,
huérfana en el ombligo de la luna.

Tan plena de deseo,
tan amplia y tan redonda como el beso de un ángel.

Existo sin materia,
agarrada al lugar que me prestaron,

como si dependiera de este cuerpo la luz.

Tan fértil siendo oscura.

miércoles, 15 de abril de 2009

Estío (Francisco Caro)

Fui con padre, llevado de su mano,
a un tramo más al norte, curso arriba
de octubre y el molino, serio, iba
el silencio con él

fue el verano
un estío excesivo, seco, llano,
subíamos el cauce, piedra viva;
buscaba la callada, la cautiva,
tristeza de su ayer republicano

fue sospecha que tropas ya vencidas
arrojaron fusiles y los sueños
al fondo de las aguas

luego hallamos
en verdín unas armas sorprendidas:
nosotros -dijo entonces- somos dueños
sólo de las derrotas que callamos.

(De Desnudo de pronombre)

martes, 14 de abril de 2009

Camino a Sevilla (J.J. Fereiro)

El silencio despierta, huye y se esconde
en la hierba amarilla de este páramo
que, mancillado, extiende su pecho contra el cielo.

Crepitan pájaros inmóviles
en el azul más puro, en el deseo grana.

Una rosada pulpa tiembla en sus muslos rubios.
Un jadeo cual eco que se oprime, reflejo que transpira,
asciende rayando la tarde.
Nadie lo siente.
El tiempo cabecea en un instante desmesuradamente largo,
lento.
_________________

lunes, 13 de abril de 2009

Busco palabra gótica (Blanca sandino)

Busco palabra gótica para mi «serestar» hecho de verbos.
Cicuta. La de tu voz, Baudelaire, que espante las sílabas de los

---------------------------- fal
------------------------------s.o.s
-------------------------------ver
----------------------------- s.o.s.

¿O he de abdicar la emoción, destronar los secretos,
sostener en mis manos vestidas de satén amarillo
(aún te esperan) coronas de laureles carcomidas de gloria,
el rasguño que fui, las brechas de mi infancia?

No. Antes me blanqueo en mercurio,
me transplanto (esqueje sin prender) a tu tierra de lagartos y hormigas:
de mutación en mutación, de estrofa a estrofa;
antes, en firmamento que invente tus tormentas,
¿o acaso...?
¡No!, antes me estrangulo el alma con ramas virginales.

Moriré en blanco y negro,
con el espasmo del sollozo de un niño a media voz:
leve,
ainada.

Con hojas de acanto---- y góticas palabras---- orlarán mi tumba;
y dibujadas de hoguera---- flamígeras mis manos---- niña boba ----
ahuyentarán espíritus.


Blanca Sandino

jueves, 9 de abril de 2009

Mi padre (Emilio Aparicio)

Mi padre sondea, como el agua del pozo,
la tristeza de sus hijos. La humedad del menor
se extiende por la casa
desconchando la cal
que debo recoger antes de jugar.

Dos cuerdas de esparto cuelgan de la viga
dejando caer algunas hebras
que simulan adentro
esa lluvia de afuera

Harapientos, sin las sandalias con que antaño
habríamos de sacudir sobre la hierva la alegría,
nuestros movimientos deambulan descalzos,
somnolientos por el suelo.

- ¿ Sabes?. No importa, Padre, la pobreza:
tan solo, haz de nuevo, chirriar,
con un poco de aire, el hueco de esta hoja;
tan sencillo, pero pasa
que sonreimos entonces,
que ya no pesa tanto el polvo acumulado
en nuestros hábitos de niños desnudos.

Poder de mi deseo (Aigua María)

Inicio la sesión
la espera suele ser desesperante
todavía es temprano para exponer la cara
ha llovido esta noche.
Me conecto al teclado
la ventana es inútil a estas horas
la sensación pretende
desconectar de nuevo,
insisto mientras fumo
un café me acompaña
así trato mi tiempo
asqueada de tanto ser humano
quisiera ser paloma
acabar en un cuadro abandonado
sin firma en el olvido.
No dispone el poder de mi deseo
debe llegar la piedra
donde tropiece
y caiga.

jueves, 2 de abril de 2009

Yo que nunca "Poema_cuento" (Blanca Sandino)

Yo que nunca
me senté a
esperar nada, me siento
esperada
y tiemblo.
Concepción Bertone.





Como los caramelos hay en ella, envueltas, pequeñas emociones.

Toc toc toc, llama un niño desconocido a tu puerta.
Y no quieres abrir.

Siempre deseaste ser ánade, y volar. Por eso te digo, Gretel, que tienes
restos de cometas azules y blancas entre las uñas, y sientes la sangre
espesa como barro bajo la agobiante gravedad de Newton.

Nunca quieres abrir la puerta cuando las mañana no son como los caramelos,
que envueltas, y dentro, guardaban pequeñas emociones;
cuando no tañen honduras
inquietantes.

Cuando no son como eran,
como perros lamiendo tus tobillos,
cuando, como cien mil hormigas, recorría tus brazos la emoción.
Y ahora, te pones psicodramática, y piensas:
quizá debería dejar de mirar ríos, y abrir.
Dejar de mirar cantos rodados cubiertos de inocencia, y abrir.
O verlos como son:
un musgo oscuro, un aviso,
letras cubriéndose los ojos de los ojos, y abrir.

¿Acaso has olvidado que es difícil ser poeta,
que es traducir fielmente el sentimiento,
pasar los dedos por el filo de un cristal fino
y sangrar sobre el papel hasta dejarse el alma?

Deberías abrir, te estoy diciendo, y tú erre que erre ¿Por qué,
te preguntas, todos gritamos cuando alguien muere y no gritamos
todos cuando vive? Aún no has descubierto que la poesía, como la
vida, es un carnaval de letras:

andar hacia dentro de las palabras,
y dentro, dentro,
en su jardín de huesos, resguardarte en su esqueleto,
acariciar su propia calavera,
cerrar los ojos por no sentir repugnancia,
y hundir tus manos en sus vísceras,
y, después, sólo después,
dejarse llevar por la corriente del sueño,
y no preguntar, no preguntarte;

pero es que, es tan difícil no añorar. Es tan difícil.
Y más cuando en el silencio de las ráfagas, una vez y otra y otra
los números se vuelven inexactos y siempre deseaste ser ánade,
y volar
y no abrir.
Y volar
y tener restos de cometas
azules
y blancas
en las uñas.
Y sentirte ligera y no de barro.
O desear imposibles: secuestrarle al reloj aquel minuto, ¡aquel!,
y no pedir rescate.
Claro que...
-y, al abrir la puerta, dices-,
oye, niño, te lo advierto:
«el poeta más culto de la ciudad, decía Martín Prieto, es un imbécil»
así que no me juzgues, ni preguntes,
que en el silencio de las ráfagas los números se vuelven inexactos;
y cuando ves que se encoge de hombros,
no te queda más remedio que reírte,
y por toda explicación, le preguntas: ¿o te has creído que
todos son el número pi?

Se sienta frente a ti, y entonces comprendes que te has equivocado,
no es un niño, eres tú cuando eras Gretel,
y los ánades
y las cometas.
Y tú...
Tú.
Tú.

miércoles, 1 de abril de 2009

SIGNOS (Tristana Soler) dedicado al poeta J.L. Villena

Hasta los signos vienen
las sombras torturadas.
ANTONIO GAMONEDA



¿Es tu memoria, acaso, más que sombra?
¿Cuándo supiste tú de otros momentos
que no acabaran pronto en algún humo?
Quieres guardarlos, abres
la caja del ayer como si fuese un libro
y lees las palabras solamente.
Nunca los textos
pudieron arrojar tantas imágenes.
El papel del pasado está lleno de líneas
y lleno de sucesos que fuiste desechando.
Pero nunca se borran, son los signos
que no quieres leer
y vuelven, vagabundos, por tu mente.

Ellos llevan maletas de cansancio
y llaman a una puerta que aún les pertenece.
Pretendes no atender su insistente llamada
mas no dejas por ello de escuchar el sonido.
Llaman constantemente. No están muertos,
aunque su rostro sea más frío que el invierno.
Sombras son, sí. Quizás por eso sombras
ocupan tus espacios y tus sueños.

Llegan de otras ciudades, de otro mar, de otro hombre
que fuiste tú con ellos. Tú no eras
entonces sino un ágil muchacho que tenía
un tiempo más que tiempo,
un amor que no fue sino fuego o bebida,
toda una historia larga que narrar.

No contaste con ellos.
Quisiste ser el dueño de tu vida
y firmar amplias páginas escritas a tu antojo.
Ellos, pequeñas bestias, te temían,
escondiéndose siempre detrás de los olvidos.


Pasaron tantas cosas que los hicieron fuertes
y no tuvieron ya más temor que su inercia.
Salieron, como salen los tigres de los árboles
y en los árboles dejan su arañazo y su sombra.
Ahora siguen contigo y asoman su cabeza
cada vez que la vida se tuerce en una esquina.

Son las notas borradas de tus folios,
los tristes garabatos que vivieron
a través del engaño de tu tinta.
Nada saben de ti. Tal vez ya han olvidado
y sólo tú recuerdas su existencia y los traes
a vivir nuevamente su martirio.

¿Es tu memoria entonces
un dios que va dejando en el olvido
todo lo que fue hoy y ahora es ya pasado?
Los muertos no se olvidan. Siguen, muertos,
recordando la mente que los hizo.
¿Cuándo supieron ellos de no nacer, no ser,
no doler en la vida? No los culpes.
Deja su inexistencia aún latente
y llévalos contigo en humildad.

También tú, que los niegas,
fuiste deseo un día de tus padres,
circunstancia de un cuerpo que te llevó en su cuerpo,
negación de otros sueños que no alcanzaron nada.
Sombras junto a las sombras, vamos todos,
olvidando, al olvido,
como un navío fúnebre en sus aguas.

martes, 31 de marzo de 2009

No es de una enfermedad de lo que deba curarme (Alonso de Molina)

A Sabines al cumplirse dos lustros de su marcha

"Estoy metido en política
Estoy metido en política otra vez.
Sé que no sirvo para nada, pero me utilizan
Y me exhiben
“Poeta, de la familia mariposa-circense,
atravesado por un alfiler, vitrina 5”.
(Voy, con ustedes, a verme)"
Jaime Sabines (Chiapas. 25 de marzo de 1926. 19 de marzo
de 1999)



De tener que creer,
de optar por una religión
profesaría la divina fe de los elementos:

buscaría la perfección.

Hablaría del bien y de mal
sin conocer el bien ni juzgar el mal;
me comería todos los pecados del mundo
(y fecalmente los descargaría en su propia impiedad)
y tan vulgares los haría
que nadie volvería a creer en las culpas.

Después escogería la certeza divina
de los locos poetas (por cierto, ¿quién designa a los poetas?),
esos subordinados celestes de dios
que no aprietan sus dientes terrenales
en los perdidos páramos de la fe
ni dan la mano sin realzar sus alabanzas.

Huérfano de emociones,
sin la naturaleza de la poesía,
nos hallamos desérticos, baldíos y desnudos:

un modelo uniforme de estéril melodía.


Sin cantos que alabar sobre nosotros mismos,
nuestra sombra dirige un cortejo de árboles,
distraídos, sin savia,
bailando insatisfechos de hierbas y preceptos;
los músculos vacíos sin creatina feroz,
sin cosas importantes que atender
(por cierto, ¿quién decide qué cosas son importantes?).

¿Y qué elegantes manos no se deforman ni se manchan?.
Tampoco se destiñen en la lluvia los párpados mestizos
ni un ánfora es la incierta mujer
con los brazos abiertos a la espera de semen.
Que una palabra dulce es un paisaje abierto al corazón de la tierra,
a un enorme jardín sin esclavos ni exilios ni rendiciones ni afonías,
es la luz despejada de puertas y de úteros.

Soy demasiado tonto para creer en mí.
Sin matar una mosca o sentir culpa por nada,
no suelo respetar las reglas -aunque las conozca todas-;
así y todo, una víbora
podrá un día morderme algún miembro
para que únicamente los puros
consigan derribarme,
echarme a un lado y taponarme alguna herida.


No voy a detener mis pasos
ni a elevar mi silencio a ninguna cumbre,
no es de una enfermedad de lo que deba curarme…

renegamos de todo
y luego nos morimos de soledad.

Cucha Sabines, mucho aprendí de dios, de ti.


Alonso de Molina

lunes, 30 de marzo de 2009

La mujer a la que se le morían las tortugas (Ernesto Pérez)

Yo quería ser un hombre
y una casa con vistas al mar
y que Laura paseara por la orilla
con su bikini minúsculo
y esa sonrisa de “espérame un segundo que ahora vuelvo”
y que no se enfriara el café aquella tarde
que las agujas del reloj corrieron tanto
en aquel bar de la calle no me acuerdo,
mientras esperaba que sus tacones destrozaran los acordes
de la canción del verano.

Yo quería que el olvido no tuviera sabor
a caramelo de menta
ni oliera a perfume francés
ni tuviera su nombre.

Quería que mi abuela no hubiera roncado tan fuerte
antes de morirse
o que no se hubiera muerto mismamente.
Quería a mi padre eternamente en el sofá
sin bomba de oxígeno,
gastándole las pilas al mando de la tele,
que a mi madre le hubieran funcionado
las cremas faciales
y a dios afeitándose la barba
en mi cuarto de baño
para creer en los milagros.

Quería que amarla no fuera un acto tan suicida
como jugar al poker con una banda de suecos
y que Sonia no estuviera tan triste
porque se le morían todas las tortugas
que no hubiera tenido que optar
por comprarse una de peluche
de esas de tres colores
que ocupaba mi lado de la cama.

Yo quería ser un hombre
y que Sonia sonriera,
porque Sonia era tan maravillosa
que a veces parecía de mentira.

Yo quería que mis besos
no esperaran turno en la cola del paro
y que una pelirroja a la que le olieran las axilas a helado de coco
me llamara con diminutivos cariñosos
y quería besar en la boca a todas las putas del país
y que una mujer con acento argentino
me recitara al oído los versos
con todas las palabras que no se atrevió a escribir Charles Bukowski.

Yo solo quería ser un hombre
pero uno se hace hombre en los labios de una mujer
cuando ella dice “te quiero”
luego ella se va y tú
no sabes en que te has convertido,
ni siquiera tienes la opción de elegir
porque si así fuera yo hubiera querido ser tortuga
por si a Sonia le daba por adoptarme
y poder morirme entre sus brazos.

viernes, 27 de marzo de 2009

Para despertar (Carmen Iglesia)

Arderás en la lluvia cuando el fuego la toca

y serás nuevamente de madera.

Porque en tí están los números del agua,
los relojes que salvan de su edad a los muertos.

Antes de oler la luz, has sido de metal,
de una materia cálida.

Te bastaba la piel para vivir.

Eras de las ciudades que son islas,
te bebías el mar desde los muelles.

Y ahora estás ahí,
tendido en la rutina del invierno.

Inventando el dolor en un minuto.


Carmen Iglesia

jueves, 26 de marzo de 2009

"Alguien?" (Francisco Caro)

Alguien bebió de mí las aguas, de mí las islas, hasta secarme, ahora todo lo ignoro: el disfraz de la nieve, el metal de la sangre: ya no visito a encanallados dioses, ni sé por qué los animales aman músicas tristes, ni si los enemigos son símbolos disémicos o son conceptuales; tan seco como estoy, sabedme, no puedo deshauciarme, ser mortal ni dar gracias, alguien quemó naves, ritos, la lechuza que hablaba por los griegos; alguien bebió el aceite de la sabiduría, todo lo ignoro, quién rompió la lucerna, dónde los huertos, todo, los himnos, el por qué de las tundras, de húmedas sevicias, de las hespérides, ¿quién el árbol de bronce?; alguien bebió de los vientres augures y ensalivó la gruta del lenguaje, alguien quemó barcos y aljibes. Yo sé que no estoy solo.


Francisco Caro

miércoles, 25 de marzo de 2009

"DESIDIA EN DO SOSTENIDO MAYOR" (Jerónimo Muñoz)

O poeta é um fingidor
Finge tão completamente
que chega a fingir que é dor
a dor que deveras sente.

Fernando Pessoa




Logré sobrevivir aquel invierno
gracias a la constancia de la lluvia
y a unas cuantas mentiras que, a su amparo,
me supe administrar a dosis leves.
Pero me sobrevino el mes de marzo
con un sol que guardaba sus caricias
para los jóvenes y los incautos.
Me fue imposible soportar su cielo
con sus brumas traslúcidas y cálidas
y el frescor de sus tardes silenciosas
que auspiciaban las náuseas más terribles.
Cuando llevaba tres o cuatro horas
sentado en el alféizar polvoriento,
con las piernas volando de antemano
como trapos colgados a secar,
sentí que me atrapaban unos brazos,
y luego vi los ojos lagrimosos.
Y después se acercaron los demás,
y todos me juraron que me amaban
y me dieron palmadas en el cuello.
Y un cura me prestó dos o tres libros
que están por ahí perdidos sin abrir,
y un médico mandó muchas más píldoras
que yo seguí sembrando en las macetas.
Y los niños dejaron de besarme.
Y pocos días después fue primavera.
Y yo ni me enteré.

Jerónimo Muñoz

martes, 24 de marzo de 2009

Vuelo (Aubriel Camila de la Prad)

Ella
levantó vuelo con actitud de pájaro
rasgó el papel maché del cielo
y ya la Tierra no pudo descifrarla.

Dejó un libro azul
de cornisas aluzadas
el capullo de un sueño
un ruidero de risas antiguas
corriendo por la casa
su lágrima más triste
colgada de un designio.

Ella
miró hacia arriba y supo
que su esencia
tenía el color leve
de las despedidas.

No aceptó otro destino.

Rasgó el papel maché del cielo
y todos los azules
cayeron en cascada
sobre la infinitud de sus presagios.

Asumió el cansancio.

Se durmió blandamente
envuelta en luz.

Y resignó las alas.

Aubriel Camila de la Prad