Mi padre sondea, como el agua del pozo,
la tristeza de sus hijos. La humedad del menor
se extiende por la casa
desconchando la cal
que debo recoger antes de jugar.
Dos cuerdas de esparto cuelgan de la viga
dejando caer algunas hebras
que simulan adentro
esa lluvia de afuera
Harapientos, sin las sandalias con que antaño
habríamos de sacudir sobre la hierva la alegría,
nuestros movimientos deambulan descalzos,
somnolientos por el suelo.
- ¿ Sabes?. No importa, Padre, la pobreza:
tan solo, haz de nuevo, chirriar,
con un poco de aire, el hueco de esta hoja;
tan sencillo, pero pasa
que sonreimos entonces,
que ya no pesa tanto el polvo acumulado
en nuestros hábitos de niños desnudos.
Un Poema de Juan Vicente Piqueras
Hace 6 años
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